Riego en el cultivo de sandía
La sandía puede desarrollarse en secano, pero su condición ideal es en regadío. Las mayores necesidades de agua las requiere desde la floración hasta que finaliza el crecimiento de sus frutos. Una vez finaliza este periodo, en el cultivo de sandía es muy importante el control del riego, que ha de ser constante para evitar el rajado o “cracking”. Algunas fuentes señalan que una reducción progresiva del caudal de riego cuando finaliza el crecimiento de los frutos aumenta el contenido de azúcares en la sandía.
Cada vez se tiende menos al riego a manta, como se hacía antiguamente. A pesar de que es un buen método de riego que consigue una gran uniformidad, tiene un coste altísimo y se desaprovecha tanta agua que a día de hoy no se puede permitir. Uno de los sustitutos más importantes es el riego automático por goteo. Sigue los siguientes consejos para no perderte con los riegos:
- Antes de la siembra o plantación: justo antes de sembrar nuestras plántulas de sandía es conveniente mojar la tierra en profundidad. Esto reducirá el estrés del trasplante y mantendrá adecuados los niveles de humedad. Lo dicho. Se requiere un riego abundante.
- Tras el trasplante: una vez ya se ha hecho el trasplante, podemos dar un riego ligerocon el fin de asentar la planta. Recordad que no debe ser excesivo puesto que el suelo ya conserva humedad suficiente del anterior riego.
- Los riegos posteriores: en este punto seguiremos los consejos anteriores. Mantener un nivel adecuado de humedad en el suelo, sin encharcar pero procurando que siempre haya disponibilidad de agua por las raíces. Esto es no permitir que la tierra se quede seca o apelmazada.
En definitiva, para poder cosechar sandías grandes y jugosas es fundamental que haya humedad constante durante todo el proceso de crecimiento de la planta, y una vez que ya tiene el tamaño que queremos y está en medio del proceso de maduración, regular los riegos y reducirlos para aumentar la concentración de azúcares.
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